por Javier Piñero
Es muy común escuchar a practicantes de artes marciales decir que las técnicas de aikido no funcionarían con un ataque sincero, es decir, que tengan la intención de llegar a hacer contacto con uke, y la respuesta de la mayoría de los aikidokas es muy filosófica, exponiendo por ejemplo, que “en el aikido no existe el conflicto”, “en la filosofía del aikido la única pelea es con uno mismo, no es necesario probarse con otros”, etc.
Es verdad que el entrenamiento de aikido es diferente al de otros sistemas marciales, aunque puede mantener similitudes con muchos. Se trabaja mucho sobre el kuzuchi, el centro, punto uno, la armonía del movimiento, etc., pero creo que por trabajar las técnicas desde un punto de vista muy filosófico, se está descuidando lo pragmático del entrenamiento técnico. Si pensamos por un momento, que en aikido la palabra que más resuena en los entrenamientos es armonía, aquí tendríamos un principio de desarmonía (siempre que inclinemos la balanza hacia uno de los dos polos antes mencionados, estaríamos generando un desequilibrio). Podemos preferir un polo más que otro pero debemos ser conscientes que estamos entrenando, de esta manera, sólo una parte del arte.
Debemos entender, en principio, el concepto de la técnica. ¿Para qué? Para que pueda ser aplicable a cualquier situación o forma de ataque, de lo contrario, sólo habremos aprendido el “dibujo” de una técnica, una suerte de mentira que sólo funcionará en la situación que nos la transmitieron, y con mucha colaboración de nuestro uke.
Pero entender sólo el concepto no basta, hay que entrenarlo y desarrollarlo físicamente (la técnica) y en este punto hay que salir de la comodidad de la extrema colaboración de uke que hoy predomina en los dojos de aikido. Esto hace, inexorablemente, que nuestra técnica evolucione.
Cuando llegamos al punto de romper con la comodidad del entrenamiento, y nos proponemos encaminar una evolución de nuestra práctica, ahí comienza un proceso de retroalimentación y verdadero progreso entre lo conceptual y lo práctico.
El concepto que hoy tenemos sobre determinadas técnicas, nos hace ejecutar las mismas de una forma determinada, si logramos hacer un entrenamiento critico-constructivo, nos permitirá reevaluar el concepto que teníamos del movimiento técnico, y cuando lo adaptemos, también modificaremos la ejecución de la técnica.
Por ejemplo, si el concepto que tengo sobre la técnica kotegaeshi, es sólo una torsión de muñeca, en la práctica de la técnica voy a buscar sólo eso. Tal vez, para una práctica principiante esté bien, pero a medida que uno avanza, esto debe cambiar, y podemos empezar a ver que la torsión de la muñeca no es el fin de la técnica, ahora es el medio para alcanzar otro concepto, como kuzushi (desequilibrio), entonces, ahora tendremos que relacionar dos conceptos, y esto modificara nuestra movilidad, y el tiempo va a seguir abriendo otras puertas para modificar lo conceptual y lo técnico, nuevamente buscaremos otros elementos para mejorar, como el peso, el centro, la fluidez, etc.
Para generar cambios en nuestra práctica, debemos estar dispuestos a romper estructuras, creo, es la única forma de evolucionar, pero también debemos estar preparados a recibir críticas, por lo general, no constructivas de los propios aikidokas. Pronto vendrán a nuestros oídos frases como “eso no es aikido”, “si te alejas de la enseñanza tradicional, no respetas el arte del fundador”, y muchas otras.
No hay que confundir evolución con cambio, y comodidad con tradición. Puedo respetar la tradición, pero al mismo tiempo, estar transitando un camino de evolución.